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El 60% se ubica en las zonas rurales, según informó el Ministerio de Trabajo; el cierre de las escuelas del año pasado fue uno de los motivos del recrudecimiento del flagelo social.

Si la pobreza infantil ronda el 60%, el trabajo de niños, niñas y adolescentes no para de crecer y se agravó con la pandemia y la caída de los ingresos de los trabajadores.

“En las zonas rurales se detecta el 60% del trabajo infantil de Argentina, sin perjuicio de su detección en ámbitos urbanos. Niños, niñas y adolescentes suelen verse desempeñándose en la preparación de la tierra, la siembra y la cosecha, teniendo a su cargo el cuidado de animales y cultivos, en la participación en las fumigaciones, el acarreo de agua o el acopiado de leña para su uso industrial o comercial”, indicaron desde el Ministerio de Trabajo de la Nación.

Este dato –60% de la explotación infantil detectada, corresponde a ámbitos rurales– ya está publicado desde este jueves en el Boletín Oficial como fundamento para el Programa Buena Cosecha.

La iniciativa tiene por objeto “la creación y/o el fortalecimiento de espacios de cuidado y contención (Centros Buena Cosecha) en todo el territorio nacional, destinados a menores de hasta 18 años de edad a cargo de trabajadoras/es agrarias/os, o que se desempeñen en trabajos estacionales o en establecimientos alejados de sus respectivos domicilios reales; con el fin de erradicar el trabajo infantil y proteger el trabajo adolescente”.

La mayor incidencia del trabajo infantil, en el NEA y NOA
Así pues, el Informe oficial sobre la explotación infantil “en el marco de la pandemia” reconoce que “la mayor incidencia del trabajo infantil y adolescente se registra en las regiones del NOA y el NEA”. Y, añade que “en las áreas rurales se duplica la participación de este grupo de edad”.

Asimismo, este fenómeno recrudeció por “la caída de los ingresos laborales en el hogar, la sobrecarga de tareas de cuidado al interior de la unidad doméstica y la falta de asistencia presencial a la escuela dan cuenta de algunas dimensiones de este impacto y alertan sobre la posibilidad de ocurrencia de la participación de niñas, niños y adolescentes en actividades productivas”.

Según un relevamiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Observatorio de Trabajo Infantil y Adolescente del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y UNICEF sobre la magnitud del impacto del COVID-19 en el trabajo de adolescentes de entre 13 y 17 años, hay datos concretos que muestran un incremento de la explotación infantil en el país.

Algunos datos preocupantes relevados por el ministerio
Entre las conclusiones de ese trabajo, resultan especialmente preocupantes, las que siguen:

*“El 16% de los/as adolescentes encuestados de entre 13 y 17 años realizan tareas orientadas al mercado, es decir, obtienen dinero a cambio de sus tareas. Uno de cada dos comenzó a realizarlas durante el período de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO)”.

*“La mitad de los/las adolescentes de entre 13 y 17 años que trabajan para el mercado residen en hogares en los cuales los ingresos laborales se vieron disminuidos durante la cuarentena. Siete de cada diez adolescentes que trabajan para el mercado habitan en hogares cuyos miembros perdieron el empleo, vieron reducidas sus horas de trabajo, o sus clientes/pedidos/changas, y/o fueron suspendidos temporalmente”.

*“El 56% de los/las adolescentes de entre 13 y 17 que trabajan para el mercado viven en hogares que recibieron algún tipo de asistencia del Estado (AUH, IFE, Tarjeta Alimentar, apoyos alimentarios a través de viandas y/o bolsones, retiro de alimentos/viandas/tuppers en comedores, otras)”.