Es el tercero de una lista de cuatro buques que se compraron para patrulla oceánica. En la ceremonia estará Jorge Taiana. Operación entre gobiernos.

Ayer arribo al puerto de Buenos Aires el flamante patrullero oceánico ARA Almirante Storni. Fue botado en el astillero francés de la empresa Naval Group.-constructor-, en mayo pasado. Es el tercer navío de un contrato de cuatro, tres nuevos y uno de segunda mano, adquiridos en una operación entre los gobiernos de Argentina y Francia. La ceremonia de amarre estará encabezada por el jefe de la Armada, almirante Julio Guardia junto al ministro de Defensa, Jorge Taiana.

En la presidencia de Mauricio Macri se autorizó la cifra de 319.034.689 euros para la compra de los cuatro OPV (sigla inglesa de ocean patrol vessel), el financiamiento del 100 por ciento del contrato, a tasa soberana, corre por cuenta de los bancos, Santander S.A., Credit Agricole Corporative and Investement Bank y Natixis. La operación fue posible a partir de una larga relación militar bilateral cuyo documento más actual es un acuerdo intergubernamental (1998) que entre otros puntos promueve el “acompañamiento en la modernización de equipos militares”.

Un gesto galo reciente demuestra la proximidad entre uniformados de ambos países. El teniente coronel Patrick Cabannes, agregado de defensa de Francia, entregó el 16 de noviembre pasado una placa en homenaje a la tripulación del ARA San Juan, la obra fue iniciativa de la Asociación General de Amigos de Submarinistas, entidad francesa integrada por ex submarinistas y familiares. La placa fue traída a Argentina a bordo del patrullero ARA Piedra buena en su viaje inaugural, y ahora se colocó en el Museo de la Fuerza de Submarinos en la Base Naval Mar del Plata.

La llegada al país del buque comandado por el capitán de fragata Oscar Latorre se produce en vísperas de la conmemoración del fallecimiento (4 de diciembre de 1954) del almirante Segundo Storni, la nave lleva el nombre en su honor. Storni se destacó por la visión geopolítica, observó los puntos marítimos estratégicos que se mantienen hasta hoy en plena vigencia: las Islas Malvinas, la Antártida Argentina, el Mar Territorial (ZEE) y las pesquerías y la plataforma continental. Vinculó el desarrollo de la Defensa Nacional, el Derecho del mar, la explotación sustentable de los recursos naturales, la industria naval y la Marina Mercante como un conjunto armónico del interés nacional.

La Armada dispone ahora del (P-51) ARA Bouchard, el (P-52) ARA Piedrabuena y el recién llegado (P-53) ARA Almirante Storni que se incorpora a la División de Patrullado Marítimo cuyo asiento es la Base Naval de Mar del Plata. El cuarto y último de la serie (P-54) ARA Contralmirante Cordero está en etapa de completamiento y tiene fecha de finalización prevista para abril de 2022. Con una cadencia de fabricación de un buque nuevo cada seis meses el astillero Naval Group responsable del proyecto OPV.90 cumplirá la promesa de entregar las cuatro unidades en un plazo no mayor a los tres años. La pandemia no fue obstáculo para la construcción de los buques, así lo acreditaron las auditorías de los marinos criollos en cada hito del programa.

Al sellarse el contrato hubo cuestionamientos desde varios sectores del ambiente naviero por haber relegado la fabricación nacional. La urgencia en recomponer la capacidad operativa de vigilancia y control del mar fue el argumento que sustentó la decisión política de optar por el astillero francés. Los astilleros locales, Tandanor y Astillero Río Santiago (ARS) estuvieron en consideración pero el plazo de finalización del proyecto; en una visión optimista; se extendía por 6 años. La presencia sostenida de buques de la Armada y la Prefectura sumados a vuelos de exploración en la zona adyacente a la milla 201 disuade a flotas extranjeras de capturar recursos pesqueros en aguas soberanas. Oficinas públicas del sector como el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep) estiman que el país pierde alrededor de 800 millones de dólares anuales a manos de la pesca ilegal. Otro punto conflictivo de aquel contrato es que no se previó ningún renglón de offset, compensaciones en transferencia de tecnología, una herramienta clave que impulsa a estándares de calidad internacional la industria naviera local. Igual postergación padece el sector industrial aeroespacial.

A diferencia de Argentina, Brasil en 2008 durante el gobierno de Lula, puso en funcionamiento el Programa de Desarrollo de Submarinos (Prosub), bajo un acuerdo con Francia y el mismo contratista de las OPV criollas, el astillero Naval Group para la fabricación de 4 submarinos, dos ya finalizados. La operación contempló el diseño y transferencia de tecnología y la cooperación y asistencia para el desarrollo de un quinto submarino de propulsión nuclear. Desde Lula pasando por Dilma Roussef, el sucesor Michel Temer y ahora Jair Bolsonaro la iniciativa sigue vigente, una muestra de la decisión política de ese país, de avanzar en la conformación de una sólida base industrial para la Defensa Nacional.