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La pobreza, así como varios problemas de la dinámica económica argentina, se está volviendo estructural. Un reciente informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina advierte que la pobreza en 2021 fue de casi 44% y es récord histórico el porcentaje de argentinos que trabajan e igual son pobres.

Es decir, ya no se trata del volumen de recursos que el Estado o las empresas puedan destinar a millones de personas para reducir los índices (cualquiera sea la vía), sino de la imposibilidad (cualquiera sea el motivo) de establecer pautas claras y una agenda de desarrollo que frene la inercia de la crisis y salve a más argentinos de caer por debajo de la línea de pobreza.

Sin ir más lejos, difícilmente se pueda encontrar un año entre los lustros más cercanos en el que se haya reunido tantas veces el Consejo del Salario. Sin embargo, cualquiera sea la mejora que se haya acordado en ese organismo, se la lleva la inflación.

Así llegamos a la situación actual, en la que un Salario Mínimo Vital y Móvil, que se define en la Ley Nacional de Empleo (Ley Nº 24.013) como “la menor remuneración que debe percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión”, apenas alcanza para zafar de la línea de indigencia tratándose de una familia tipo. El contrasentido es brutal, aunque quizás más lo sea lo que, por ley, debería cubrir el Salario Mínimo.

Volviendo a las comparaciones actuales a partir del relevamiento de ayer del INDEC, que ubicó en 73.917 pesos la Canasta Básica, cabe destacar que dos salarios mínimos en una familia tipo no alcanzan para cubrirla.

Bajo los actuales parámetros y frente a la abundancia de errores (no forzados y también producto de la visceralidad política) de los últimos lustros, es notoriamente imposible pensar en una reducción de la pobreza a gran escala.

Las distorsiones dirigenciales y económicas se acumulan y arrastran a miles de familias que observan ya resignadas la quita de oportunidades para agendarse un mejor futuro.