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La ingeniera Gabriela Flach empezó con el proyecto en 2019, resistió a la pandemia y ahora vende sus productos en mercados locales de Puerto Iguazú y Puerto Rico.

Gabriela Flach (31) tiene su propio emprendimiento, produce y vende hongos comestibles en Capioví. Lo que empezó como algo pequeño hace exactamente dos años y que a pesar de la pandemia pudo sostenerse, hoy en día tiene más adeptos que la llenan de pedidos.

“La idea surgió cuando estudiaba en la universidad y al ser un rubro poco conocido, me fue convenciendo cada vez más porque el clima misionero reunía las condiciones para la producción de hongos”, empezó contando Flach en diálogo. Cursaba ingeniería química en la Unam en Posadas, luego de investigar si había referentes en el tema, llegó a saber que sólo había un hombre en Puerto Rico que se dedicaba a la actividad y que ya había fallecido.

“Esto es un mundo atrapante, novedoso y misterioso, hay mucha historia sorprendente detrás de la producción de hongos y por lo tanto nunca uno se puede aburrir al investigar sobre ellos”, dijo la ya ingeniera.

Además, sostuvo que la motivó incluso a dar conocimiento sobre el tema. “Es algo que me apasiona, poder difundir mis conocimientos y desmitificar muchas creencias heredadas para poder dar paso a una generación que los pueda tratar con más respeto y espero que en un futuro no muy lejano pueda ser común verlos en los supermercados”, dijo.

Si bien Flach arrancó sola en este camino, cuenta con el acompañamiento constante de sus padres y hermanos quiénes en un inicio la ayudaron a montar el emprendimiento, luego a salir a vender sus primeras cosechas y ahora a continuar con la actividad ya que surgen cada vez más pedidos.

“Las salas de cultivo y de proceso las tengo en mi propia casa, gracias a Dios tengo la ayuda de mi familia y mi puesto de trabajo está en trámites para poder habilitar como sala de elaboración de alimentos artesanales a nivel provincial y nacional”, destacó. Incluso comentó que antes vendía a domicilio, con el correr del tiempo aumentó la demanda y ahora deriva sus productos directamente en forma mayorista a dietéticas para que el consumidor adquiera allí. “Ya tengo puntos de venta en Capioví, Puerto Rico e Iguazú”, comentó la mujer.

El inicio le costó y más aún luego de que se declarara la pandemia tan solo tres meses después. “Como cada comienzo se arranca de a poco, con un invernáculo pequeño en un rincón donde antes era una despensa y que daba las condiciones ambientales ideales de poca luz que necesitan, mucha humedad, fresco y probé a ver si funcionaba”, contó. Y añadió: “Tuve complicaciones, porque mi primer cultivo se contaminó, pero la pasión por los hongos no me desanimó y seguí”. Es así que hoy tiene un invernáculo más grande, por lo que tendría mas producción.

La época más eficaz para este producto es en tiempo de frío, por lo que ya se prepara con todo para lo que será la temporada otoño-invierno del próximo año.

El trabajo de incorporar lo que realiza y llevarlo al consumo del misionero también fue y es un desafío. “Primero costó, la gente no está acostumbrada a incorporar estas clases de alimentos a su dieta, había que empezar a difundir en ferias, llevando a las dietéticas, brindando informaciones nutricionales sobre los hongos, ofreciendo al comprador una guía de para qué sirve”.

En un futuro no muy lejano le gustaría emplear personal y que la ayuden en la actividad. «Además estoy tramitando la licencia para exportar los envases, por lo que sería algo muy lindo”, cerró.