La distorsión en los precios relativos y las distintas velocidades a las que ajustan los precios son, una vez más, una medida de la inflación reprimida. El mercado no imagina que la inflación desacelere en 2022.

La inflación, en noviembre, según el INDEC, alcanzó un 2,5%, con respecto a octubre (por debajo de lo esperado por el mercado). Pensemos que el REM (relevamiento de expectativas de mercado) del BCRA era de 3,1% para noviembre. Es el registro más bajo en lo que va de 2021, además del guarismo registrado en agosto pasado. Acumulando de esta forma un incremento de 45,1% en los primeros 11 meses de este año y, en los últimos 12 meses, la inflación alcanzó el 51,2%. El dato es que la inflación desaceleró en términos mensuales pero no hay que dejar de considerar lo que hay detrás de esa cifra (cuasi-congelamiento de tarifas, cepo y con un dólar oficial pisado, que aumentó 19,9% desde el comienzo de 2021).

Cabe mencionar que con elecciones de medio término mediante, se intentó morigerar las presiones inflacionarias, sosteniendo controles de precios, tarifas de servicios públicos y los combustibles congelados y el dólar oficial apenas subiendo 1,2% en el mes. Como resultado de esa batería de medidas, se redujo la tasa de inflación marginalmente. No es menor tampoco observar que jugaron bastante a favor los precios estacionales (aumentaron sólo 0,5%), mientras que los regulados crecieron sólo 1%.

Por su parte, la inflación núcleo (que no incluye a precios regulados ni estacionales), en noviembre, subió 3,3% mensual. En otras palabras, estamos hablando de 0,8 puntos porcentuales por encima de la inflación general, por debajo de la tendencia en el último año: en los últimos 12 meses, la inflación núcleo acumuló una suba de 55,5%. Considerando la serie del IPC-INDEC, bajo la reciente administración, el promedio mensual de inflación se ubicó en el orden del 3,05% (entre diciembre de 2019 y noviembre de 2021). Acumulando 105% de inflación en menos de 2 años de gestión.

Es significativo también mencionar que los componentes de la inflación siguen teniendo una dinámica muy heterogénea, como venia sucediendo en los registros anteriores. En septiembre, la inflación de los bienes (IPC-Bienes) acumuló 53,7% interanual. Es decir, 2,5 puntos más que la inflación general. Mientras que el IPC-Servicios subió 44,7%. Esta disparidad obedece a la gran cantidad de tarifas de servicios regulados que están controladas o directamente congeladas. Dinámica similar si contemplamos la inflación núcleo, los precios estacionales y los precios regulados. Mientras que la inflación núcleo alcanzó una variación interanual de 55,5%, los precios estacionales subieron 46,6% y los precios regulados aumentaron solo 39%.

Puntualmente, en el mes de noviembre, los rubros que más subieron fueron Restaurantes y Hoteles (5%), Prendas de vestir y calzado (4,1%) y Equipamiento y mantenimiento del hogar (2,7%). Aunque ciertos rubros estuvieron por debajo de la variación mensual del IPC-General.

Estos son Salud (2,4%), Transporte (2,2%), Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles (2,2%), Alimentos y bebidas (2,1%), Bienes y servicios varios (2%), Recreación y cultura (1,5%), Bebidas alcohólicas y tabaco (1,1%), Educación (0,8%) y Comunicación (0,8%). En lo correspondiente al rubro alimentos, la inflación fue del 2,1% (0,4 puntos por debajo de la inflación general), respecto de octubre. Dicha desaceleración (respecto de octubre que fue de 3,4%), se dio por la baja en el subrubro de “Verduras, tubérculos y legumbres”. En cambio, en el precio de las carnes existió un fuerte incremento (en GBA fue de 7,3% en noviembre). No es menor señalar que el porcentaje de productos de la canasta de GBA incluido en el programa Precios Cuidados pasó de 7,3% al 13,1%. Prácticamente se duplicó.

En síntesis, la distorsión en los precios relativos y las distintas velocidades a las que ajustan los precios son, una vez más, una medida de la inflación reprimida. Lo que, por carácter transitivo, en el futuro, tendrá un impacto inflacionario elevado, si el acuerdo con el FMI acelera las correcciones.

Si tomamos la inflación esperada para 2022, según el REM (en base a proyecciones de consultoras y bancos), es de 52,1% interanual. Aunque lo proyectado en el Presupuesto 2022 es de 33%. La divergencia es de casi 20 puntos. Por esto, es que el mercado no imagina que la inflación desacelere en 2022. Además de la corrección de tarifas, no seguir atrasando el dólar oficial implica elevar el piso de inflación.

Profesor de la Universidad del CEMA