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El Gobierno nacional destaca proyectos por u$s23.500 millones, pero el mercado recibió el anuncio con marcada cautela. En tanto, se agrava la necesidad de divisas por parte del Banco Central.

El anuncio de inversiones chinas en Argentina por u$s23.500 millones trajo inevitablemente el recuerdo de lo que había ocurrido en 2004, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner había hablado sobre un gran plan de inversiones chinas en el país por un monto de u$s20.000 millones, de lo cual finalmente sólo una pequeña parte llegó a concretarse en el mediano plazo. Es lo que lleva a que los anuncios de hoy sean tomados con precaución y sin excesos de euforia en el ámbito privado.

La necesidad de dólares que tenía Argentina en aquel arranque de la gestión kirchnerista era acuciante, aunque posiblemente no tanto como la actual. Después de todo, Kirchner había heredado un país que ya había devaluado un año antes y se encontraba sin tensiones cambiarias, que ya había declarado el default -por lo que no estaba pagando sus obligaciones financieras, salvo con el Fondo Monetario Internacional-, y que recibía los beneficios del boom de los commodities.

Ahora, en cambio, las reservas del Banco Central se encuentran en un nivel desesperante, a tal punto que si no se recibe un refuerzo del FMI, es dudoso que pueda pagarse una obligación de monto menor, como son los u$s730 millones que vencen durante este mes.

Es bajo esa perspectiva que debe entenderse la gira que acaba de finalizar Alberto Fernández y que dejó material para la controversia. A su frase dicha en la entrevista con Vladimir Putin, en la que ofreció al país como “puerta de entrada” para Rusia en la región latinoamericana, agregó otra para el anecdotario diplomático, cuando le dijo al líder chino Xi Jinping: “Si usted fuera argentino, sería peronista”.

Por lo pronto, genera curiosidad cómo se las habrá ingeniado el traductor para expresar en chino qué significa ser peronista y qué habrá decodificado Xi Jinping sobre ese “elogio”.

La intención de Alberto era la de remarcar la coincidencia en la visión del Estado como conductor de una forma de capitalismo no liberal y con la inclusión social como prioridad. Pero esa mención nunca está exenta de riesgos, porque en el ámbito internacional el adjetivo peronista tenga como primera acepción la de una economía cerrada comercialmente y en permanente tensión financiera.

Lo cierto es que, más allá de los beneficios a mediano y largo plazo que pueda traer el ingreso argentino a la llamada “Nueva ruta de la seda”, había otras motivaciones más urgentes por las que Alberto Fernández se expuso a tensiones diplomáticas al asistir a la inauguración de los juegos olímpicos de invierno, un evento boicoteado por Estados Unidos.

En la agenda de Alberto, con el número uno de las prioridades figuró la posibilidad de un apoyo financiero, más concretamente la ampliación del swap con el Banco Central. En los planes argentinos, se había planteado que la suma pudiera llegar hasta u$s25.000 millones y que, además, la utilización de esos yuanes fuera más amplia que la que se habilita ahora, de manera de facilitar la convertibilidad de la moneda china.

De esa manera, se reforzaría la disponibilidad de reservas del Banco Central en un momento crítico. El intercambio comercial con China es uno de los más importantes, con un volumen que en 2021 llegó a u$s26.0000 millones. Para los exportadores argentinos, el mercado chino es el segundo más importante en volumen, con ventas que el año pasado totalizaron u$s12.000 millones, un nivel que podría incrementarse este año, dado el boom de los precios de los commodities en el mercado global.

Pero, además del swap de monedas, Alberto Fernández exploró otro rubro que ayudaría al país a salir de su situación crítica en cuanto a las reservas: contar con un apoyo financiero directo en forma de la cuota de DEGs que el FMI repartió a los países miembro.

Se estableció que aquellas naciones que no necesitaran hacer uso de ese refuerzo podrían disponer de los fondos para realizar préstamos a otros países. El Presidente sondeó esa posibilidad -de la cual se viene hablando desde que se concretó el préstamo en DEGs, a mediados del año pasado- aunque por ahora no obtuvo resultados concretos.

En su encuentro con Xi Jinping, éste dijo que estaba “dispuesto a estudiar proyectos de canalización de los DEGs”.

Un camino con riesgos

En principio, la adhesión argentina a la “Nueva Ruta de la Seda” ha sido bien recibida por el ámbito empresarial y financiero argentino, que ven posibilidades de inversión en infraestructura y comercio con la gran potencia emergente.

Sin embargo, abundan las advertencias en cuanto a la necesidad de conocer “la letra chica” de los acuerdos. El temor, principalmente, radica en que el ingreso pueda implicar iniciativas que vayan más allá de lo comercial y hagan que Argentina forme parte de una estrategia geopolítica china que alcance también objetivos militares.

Es un tema que ya desde la gestión de Cristina Fernández genera preocupación en el Gobierno estadounidense, donde se ve la posibilidad de que las bases de investigación científica espacial en la Patagonia puedan eventualmente tener un uso militar. Ahora, además, esa sospecha se ve reforzada por el contrato para la construcción de la cuarta central nuclear del país, Atucha 3, que se ubicaría en la localidad bonaerense de Lima.

Y, siempre en el tope de las preocupaciones estadounidenses, está también el temor de que una condición para la llegada de las inversiones chinas sea la adopción del paradigma tecnológico desarrollado por Huawei para la telefonía 5G, que ha sido denunciado como parte de un plan de espionaje internacional a gran escala.

De momento, lo que el Gobierno argentino destaca es la posibilidad del desarrollo ferroviario y portuario, la finalización de las obras hidroeléctricas en Santa Cruz y el desarrollo de los proyectos mineros en el norte del país, además de la explotación de petróleo y gas en la zona de Vaca Muerta.

Lo cierto es que, más allá de la coyuntura financiera argentina y de cuál sea el color del gobierno de turno, la pertenencia a la nueva iniciativa global china aparece como un destino ineludible para el país. Para empezar, gran parte de la región latinoamericana ya adhirió, y además la mayor parte de las inversiones, como la de transporte y puertos, tiene como objetivo facilitar la logística exportadora.

Más allá de las chicanas políticas de los últimos días, también quedó en claro que para la gestión macrista fue una prioridad afianzar los lazos con China, aun pese al realineamiento diplomático con Estados Unidos. Y el propio Macri había repetido el clásico ritual de realizar la ofrenda floral a los pies de Mao, un gesto por el cual se criticó ahora a Alberto Fernández.