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Además de seguir relevando los daños, la misión será pensar en la situación del trabajo a futuro.

Se hace extremadamente difícil efectuar el relato, o concluir una investigación del desastre provocado por una tragedia de semejante magnitud. Y el motivo de ello es que atrás de esta catástrofe, con traje de incendio, hay personas, con sueños e ilusiones; están las empresas y las PyME con trabajo y esfuerzo. Hay vida, hay fauna y flora. Hay historias, y tradiciones, hay jóvenes trabajadores con un futuro trunco que, en muchos casos por este tétrico evento, se les modificará definitivamente su vida en lo inmediato.

Pero es mucho más difícil aún abarcar la investigación cuando atrás de todo ello nos encontramos con la impericia, la desidia, el desinterés, la inoperancia, y la imprudencia, que en definitiva es el “no me importa” de parte de los responsables del manejo del siniestro.

Y este es precisamente el primer punto a tratar: ¿Ha sido este incendio un imprevisto, un hecho fortuito?. Por lo visto, lo analizado y relatado, esta tragedia muy lejos estuvo de ser un hecho casual, lo que podríamos definir rutinariamente como un accidente.

Los pronósticos del Servicio Meteorológico Nacional, los anuncios de los servicios hídricos, los distintos informes del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la lectura de los mapas satelitales de temperatura de suelo, las investigaciones de especialistas, todos y cada uno de ellos, describían la situación, cada vez con más precisión. ¿Qué se hizo entonces para enfrentar tal pronóstico de tormenta perfecta?

Pareciera por lo visto, que muy poco. Simplemente dejar pasar el tiempo y esperar, que el pronóstico no se cumpla o pensar, que alguien de características sobrehumanas, pueda disponer castigarnos o ayudarnos.

Era la figura de la suerte, como el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés dejó entrever en sus palabras mencionando a “la yeta” como algo esencial para la resolución de esta tragedia que se avecinaba.

Definitivamente faltó el trabajo y la previsión que debió haber sido la llave para poder combatir el siniestro, y no, el esperar que la suerte nos compense la impericia.

Cuando intendentes como el de la localidad de Mercedes pidió ayuda a la Provincia y no se le atendió el teléfono durante principios de enero, se lo dejó a su suerte, que en definitiva es, hagan lo que puedan, nosotros estamos para otras situaciones.

Menesteres estos que no eran los de prestar atención a pronósticos adversos, que los mismos organismos provinciales anunciaban allá por octubre de 2021. Tampoco atendieron a los reclamos o anuncios de diciembre último en los que el jefe de bomberos de la localidad de Loreto, se refirió a lo que en definitiva ocurrió, fuego y más fuego.

Los funcionarios correntinos no miraron ni siquiera para el costado para ver que, en otras provincias linderas, como es el caso de Misiones, decretaban la Emergencia Ígnea en diciembre de 2021 mientras su gobernador, en persona, estaba al lado de los bomberos sobre la línea de fuego durante los siniestros de esa época.

¿Qué pasó en el caso de Corrientes? El poder público decidió tomarse vacaciones en las playas del Este dejando el frente del combate contra el fuego en manos de otros, invirtiendo las prioridades de lo privado respecto de lo público y regresando veinte días después para inaugurar la Fiesta Nacional del Chamamé, el 17 de enero de este año.

A esa altura el fuego llevaba un mes y más de 150.000 hectáreas ya se habían quemado. Mercedes ya había sido condenada, y un desastre, en ciernes inigualable, se avecinaba con un destino como el que fue: la mayor catástrofe ígnea en el país, que se tenga registro.

A todo esto, es importante adicionar que los cargos públicos electos, como el de gobernador y otros, son voluntarios y no siendo ninguna carga pública. Lo que sí este cargo representa una vez elegido, es la responsabilidad de trabajo arduo y permanente, bajo cualquier circunstancia que se presente. Entregando todo y más por y para el pueblo, sea este el que lo haya elegido o no trabajar para la provincia en su totalidad, debería ser el lema.

El siniestro siguió en la vida real quemando campos, pinares, ilusiones y sueños en su alocado paso. Paralelamente en la vida de los funcionarios, sólo existieron cruzamientos de acusaciones políticas entre la Nación y la Provincia.

Pero, para bien entrado febrero, cuando la tragedia tomó una magnitud inusitada y definitivamente ingobernable, recién ahí se requirió formalmente ayuda a los bomberos de todas las provincias del país, sean estas afines o no al tinte político del gobernador. Acudieron en ayuda al mismo momento, así como también lo hizo el Estado nacional.

¿Era tan difícil hacerlo antes?, ¿Era tan difícil cambiar las prioridades de las vacaciones a las del incendio o cambiar las de la vida política, a las de la vida real, siendo esta, la del fuego en los campos?

Un reconocimiento especial en este punto para los bomberos, brigadistas, paisanos, menchos, trabajadores, y colaboradores, que dieron todo y más, jugándose la vida día tras día. Son ellos los que pusieron horas y horas de trabajo desinteresado frente al fuego y en casi todos los casos sin más recursos que alpargatas, mochila y una enorme solidaridad.

Para ellos el respeto absoluto y permanente de todos, correntinos y foráneos. Para los otros, esos que debieron accionar y lo hicieron tarde y mal, por impericia o por inacción, la demanda eterna y la reprobación permanente por haber contribuido a coartar las ilusiones, sueños, historias y trabajos de miles de personas.

El trabajo será otro factor para abordar tras el incendio. Muchas actividades se verán notablemente afectadas producto de las terribles pérdidas sufridas por los sectores productivos de la provincia. Y, como todos sabemos y poco se comenta, estos son pertenecientes en su totalidad sector privado de la economía.

Las empresas y productores perdieron y perderán capital de trabajo y renta futura. También deberán afrontar los daños en infraestructura productiva, con un impacto tan grande como nunca antes había ocurrido en el país. Este sector son los más vitales generadores de trabajo, salario y riqueza, son el motor de la economía correntina actual.

¿Cómo pensará el sector público subsanar esta merma del flujo de inversión?, ¿Cómo pensará el Gobierno que amanecerá el día posterior al incendio en términos económicos?.

¿Pensará que el diferimiento de impuestos será la solución o quizás, que la condonación de impuestos inmobiliarios, podrá compensar los aproximadamente $110.000 millones de pérdida estimada sólo para las cinco cadenas productivas más importantes de la provincia?

En este suceso, son aproximadamente unos 1.000 millones de dólares los que se quemaron, cifra no menor, máxime para una provincia con limitaciones históricas como lo es Corrientes.

Sabiendo además que por fuera de esas cinco cadenas productivas existen otras abastecedoras de estas, conformados por comercios y talleres que brindan asistencia, empresas de servicios como el transporte que se verán seriamente afectadas y la industria del crédito, hay que tener en claro que será muy difícil cobrar de alguien que perdió su producción y su activo.

A su vez, los pueblos y parajes verán su actividad mermada cuando el remanente de la producción no genere la inyección de fondos necesaria para mantener viva la llama del comercio y el servicio.

La magnitud del daño excede a la asistencia que la provincia puede ni siquiera imaginar. Se necesitará la toma de conciencia obligada para, en primer lugar, dimensionar y asimilar el impacto económico del siniestro, tener la humildad para asumir la cuota parte de los errores de gestión en el incendio, y la velocidad en el diseño de un plan de salvataje, que otorgue asistencia real y efectiva a los distintos sectores productivos involucrados.

De no encontrarse el camino adecuado la situación irá hacia otro siniestro inminente, el social. Se espera que, en esta nueva hora que se avecina, los funcionarios estén en sus despachos, dispuestos a ayudar, a trabajar y a contribuir con quien más lo necesita, que son muchos.

Otra cosa a saber es que, la ayuda a la gente no llegará mediante publicaciones en Twitter y videos con conductores mediáticos como el de Juana Viale del Carril en los Esteros del Iberá el último jueves junto al gobernador.

Ayudar será estar con la gente común, al lado de los menchos, los paisanos, los empresarios, y en el campo, ese sitio donde estuvo el fuego y en el que hoy sólo hay desolación. Habrá que estar en donde el fuego quemó las historias y las ilusiones de crecimiento. Donde el fuego también se llevó con sus llamas los sueños de futuro. Para toda esta gente, el consuelo futuro es la esperanza. Este factor los ayudará a volver a empezar y transitar este camino donde el fuego los dejó.

Pero, la esperanza necesitará ir de la mano con la asistencia, esa que debe hacerse estando al lado, codo a codo. La misma que todos, en los campos, las industrias, los pueblos y los parajes, añoran, esperan y necesitan sentir.

En este escenario, para no caer en el mismo error que nos llevó a esta tragedia sin fin, se debe saber que: el jinete de la Ignorancia, suele montar el corcel de la soberbia.