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Sandra Malander es maestra especial y en medio de la cuarentena comenzó a explotar más su talento en la pastelería. Hoy combina sus dos pasiones con vigor

Con la pandemia todos debieron reinvertarse laboral y socialmente y encontraron en actividades cotidianas o que hacían como hobbie una verdadera alternativa. Este es el caso de Sandra Malander (44), de Jardín América, maestra de educación especial que con la llegada de la cuarentena estricta se dedicó mas de lleno a otro talento, la pastelería.

Con mayor demanda de pedidos cada día, terminó creando su propio emprendimiento: De vainillas y chocolates. “Ambas actividades requieren de mucho amor, ganas de aprender y volcar lo aprendido al quehacer diario”, empezó contando la docente, que enseña en la Escuela Especial N° 15.

Su vocación por la enseñanza,  a la que se dedica desde hace 18 años comenzó desde muy pequeña, explica. ‘‘Siempre me gustó enseñar y a medida que crecía, me daba cuenta que esa es mi vocación”, reflejó. A su vez contó que quiere ser un nexo entre los pequeños y la sociedad. Por ello recordó la afirmación de un profesor mientras cursaba la carrera. “Los alumnos no necesitan ayuda, requieren de maestros que quieran enseñarles y mostrarles el mundo”, le inculcaron a Sandra. Desde día, comprendió que su deber era acercar herramientas para lograr individuos socialmente íntegros, lo más independientes posible.

 “Observar los progresos y avances que tienen es lo que le da razón de ser a todo lo que hacemos como maestros, y el mayor desafío que tenemos es mantener la chispa, las mismas ganas de dar y recibir lo mejor de un niño’’, resaltó.

Y en la previa al inicio de un nuevo ciclo recordó que ‘‘el pequeño llega cada año al aula y espera, al igual que su familia, encontrarse con la maestra dispuesta a escuchar, comprender. Por eso considero que hay que tener una formación constante, sumado a la dedicación y el amor”.

Nuevo amor, nuevo emprendimiento

Al referirse a sus dotes culinarias, Sandra argumentó que inició esta pasión, con tortas para la familia, los amigos y sus colegas. “Con el paso del tiempo, empecé a vender, recuerdo que el primer pedido fue en 2019’’ marcó, al detallar que con la llegada de la pandemia este rubro se fortaleció.

Al estar mas tiempo en la casa y no asistir a clases, Sandra comenzó a recibir cada vez más consultas sobre sus postres.

“Soy una férrea defensora de los regalos, las sorpresas y demostraciones de afecto y creo que con la producción de cosas dulces buscaba eso, luego se transformó en un ingreso económico más y que mucha falta nos hacía, por eso digo que soy una emprendedora por naturaleza”, resumió.

Aunque la demanda aumentaba, buscó cumplir siempre con sus clientes en tiempo y forma. Con la cuelta a la presencialidad en esceulas tuvo que acomodar bien la agenda para no descuidar ninguna de sus dos actividades laborales. “Hubo muchas adversidades que atravesé, pero estoy feliz porque gracias a los clientes que se transformaron en amigos, hoy tengo más utensilios y elementos para la producción’’, relató.

 De esta manera, organiza sus horarios para llegar a tiempo con todo, aunque cuenta con el apoyo imprescindible de sus hijos y su pareja que hacen de ayudantes cuando están disponibles ya que también tienen sus obligaciones que cumplir.

Por el momento, Sandra vende tortas, budines y algunas creaciones dulces más, por redes sociales.

Hoy, la cocina de su casa se volvió también un lugar de trabajo y le pone el mismo amor y empeño con el que se prepara para el regreso a las aulas. Entre manjares y nuevos desafíos, ganas de compartir lindos momentos con sus alumnos y aprender con y de ellos, Sandra exprime su tiempo productivo para poder llevar manjares, saberes y sonrisas a los hogares de su comunidad. 

Amor en la cocina y el aula