La Cámara Federal de Apelaciones hizo lugar al recurso de Santiago Marino, pero estableció una multimillonaria caución. La Justicia analiza una propiedad presentada

El empresario Santiago Marino (54), detenido como líder de la organización dedicada al contrabando de soja a Brasil con la complicidad de un jefe de Gendarmería Nacional, está cerca de ser liberado luego de que la Cámara de Apelaciones de Posadas hiciera lugar a un recurso interpuesto por su defensa.

Sin embargo, para que esto se haga efectivo deberá cubrir una caución récord en la provincia de Misiones: 20 millones de pesos. Según pudo saber este medio, desde hace varios días se está analizando una propiedad que presentó para cubrir este monto, pero no se trata de un procedimiento sencillo. Marino, entre otras propiedades, es el dueño de un complejo turístico ubicado sobre la ruta costera 2.

El Territorio pudo reconstruir que la resolución del órgano de alzada se concretó el 28 de julio, para resolver la apelación a la decisión de las autoridades del Juzgado Federal de Oberá, a cargo del juez Alejandro Marcos Gallandat Luzuriaga, de denegarle la excarcelación. Desde entonces se están haciendo las gestiones.

Los jueces consideraron que no existe riesgo de fuga ni entorpecimiento de la investigación, más aún teniendo en cuenta que el imputado se encuentra con prisión domiciliaria por problemas de salud desde abril de este año. Al detalle, está alojado en un domicilio de Florentino Ameghino junto a familiares.

Se estableció que además de la millonaria caución, el implicado no pueda salir del país, que deba presentarse periódicamente ante las fuerzas de seguridad y que se establezca un dispositivo de geolocalización que el magistrado considere apropiado. Sin embargo, este último punto al parecer no puede cumplirse debido a que en la zona donde está no hay señal de telefonía.

Al respecto, Marino tiene prisión domiciliaria sin una tobillera electrónica, lo que formó parte de los argumentos presentados para acceder al beneficio: si quisiera huir o entorpecer la investigación ya lo hubiera hecho. Fuentes cercanas al caso señalaron que en los últimos días una comisión de la Policía de Seguridad Aeroportuaria estuvo en su casa y se informó que estaba presente.

Acusación y relación con Duette

A Marino se lo acusa de los delitos asociación ilícita en carácter de organizador, en concurso  ideal con contrabando de exportación agravado por la intervención de tres o más personas organizadas para cometerlo y la participación de un agente de la fuerza de seguridad, y cohecho activo en concurso real.

Según el procesamiento (que fue apelado) “se logró identificar que Marino Santiago era quien oficiaba de líder de la organización, quien conseguía los proveedores de la soja, organizaba el transporte de los camiones, emitía documentación propia o también a través de terceros para esos envíos, establecía los lugares de carga y descarga, de ocultamiento o acopio, para lo cual contaba con depósitos o utilizaba el de terceros, que luego a través de un sistema de “campanas”, y hombreadores y paseros, lograba enviar la soja y otros granos al país vecino de Brasil”.

Amplía que el hombre era quien “coordinaba y tenía pleno dominio de toda la actividad ilícita llevada a cabo” y que para eso contaba con el apoyo de las fuerzas de seguridad, especialmente de Antonio Duette (50), quien era jefe del Escuadrón de Gendarmería Nacional IX de Oberá.

La evidencia que obra en el expediente apunta a que Duette, uno de los jefes más importantes de la fuerza federal en Misiones, respondía a Marino. Era su subordinado en la organización y se encargaba de cumplir a todas las demandas para que el empresario no tuviera inconvenientes en el transporte de su mercadería.

En varias oportunidades quedó de manifiesto su obsecuencia cuando le preguntaba si estaba todo bien y ante la respuesta le decía, “si vos estás tranquilo yo estoy bien”. En una ocasión, sabiendo que Marino estaba sin luz en su casa, se puso a disposición para lo que necesitara.

El hijo de Duette trabajaba en el complejo de Marino y hay evidencia de que el gendarme recibió cubiertas, además de una promesa de una casa sobre la costa del río Uruguay.

Una conversación transcrita en el expediente revela la relación que ambos tenían, en una oportunidad que ambos estaban en la localidad de El Soberbio. Duette le comentó que estaba trabajando “a full” en allanamientos en la localidad a lo que Marino le respondió: “Que no sea en los galpones de cereal jajaj. Si estás por la zona te busca Ricardo y vení a comer con nosotros”.

Ricardo es Gómez, también efectivo de Gendarmería Nacional a quien Duette le alivió las tareas para que sea chofer y guardaespaldas de Marino. De jerarquía sargento, a Gómez se le asignaron varias tareas en toda la maniobra, desde cobrar hasta ser puntero de camiones.

Zona liberada

La Justicia considera que para el éxito de la maniobra Duette se encargó de liberar las rutas nacional 14 y la costera 2, dejando solamente un control fijo en el ingreso a Guaraní. De esta forma, se aseguraba que los camiones circulen sin inconvenientes, con lo que implica una “zona liberada” en una provincia como Misiones: no se controlaba la soja, pero tampoco contrabando o narcotráfico.

En tanto, si un camión era detenido, el comandante se comunicaba directamente y ordenaba que se libere el vehículo sin notificar a autoridades judiciales o tributarias. Algunos efectivos de la fuerza declararon en sede judicial que fueron trasladados arbitrariamente luego de hacer procedimientos de este tipo.

Incluso, Marino le ordenaba que tenía que detener e incautar cargas que no le pertenecían. Se reproducen en las conversaciones que le enviaba las patentes de los vehículos y el comandante procedía. También fueron solicitadas reuniones con otros jefes de la fuerza y la liberación de tres tractores traídos de Brasil de forma ilegal -que le valió un traslado al funcionario a cargo-.

Pese a que Marino se mostró dispuesto a pagar 300.000 pesos para recuperar esos vehículos, la autoridad de GNA no pudo responderle debido a que ya estaba todo judicializado.

El empresario también determinaba, aunque no de forma directa, a dónde quería a efectivos de confianza. Hace dos años le dijo al jefe del Escuadrón IX: “Te consulto, tenés la posibilidad de dejar a xxxx – el nombre se preserva- en San Vicente. Entendió rápido la consigna”, a lo que el comandante le contestó: “Sí, tengo que planificar eso, pero sí”.

En otra oportunidad le reclamó “me moviste a mi pollo de San Vicente”, a lo que el gendarme le contestó que habían sido “órdenes de arriba”.