Tras la polémica por haber rescatado una medida del gobierno de la Alianza, la precandidata presidencial de JxC hablará menos de economía para minimizar las equivocaciones, En su entorno creen que debería tener un comité de crisis
En la superficie. el equipo político de Patricia Bullrich avanza en definiciones como si no hubiera pasado nada: ya decidió, por ejemplo, que habrá cuatro cierres de campaña consecutivos: en Córdoba, Santa Fe, ciudad de Buenos Aires y, por último, en la provincia de Buenos Aires, en el microestadio de Lanús. Pero la euforia proselitista a casi 15 días de las PASO no alcanza a disimular que los bullrichistas están preocupados: el traspié de la precandidata presidencial al hablar del blindaje con el FMI para remover el cepo al principio de la próxima gestión, que aprovechó rápidamente Horacio Rodríguez Larreta para sacar rédito político de la cuestión, dejó en estado de conmoción a los allegados a la jefa del PRO en uso de licencia.
Por lo pronto, lo que se decidió es que la ex ministra de Seguridad hablará menos de economía, tema que no domina a la perfección. Nadie lo admitirá en público, pero en privado hay operadores del bullrichismo que admiten que su jefa política cometió un error cuando mencionó la palabra blindaje, asociada inequívocamente al gobierno de Fernando de la Rúa, que ella integró como ministra y que terminó muy mal. “En la Argentina hay palabras que no se pueden usar en la política por su connotación negativa, como blindaje, megacanje o Alianza, por ejemplo”, dijo un referente de “los halcones” en tono autocrítico. Para colmo, hace poco que Juan Manuel López, diputado de la Coalición Cívica, sugirió que un gobierno de Bullrich podría asemejarse al de De la Rúa.
En el entorno de Bullrich hay quienes creen que la precandidata no tiene un “comité de crisis” para abordar en tiempo récord problemas como el que generó la mención al blindaje. De haber tenido esta instancia, destacan, podrían haber consensuado una respuesta y la forma en que la iban a difundir. “Nos quedamos casi en silencio, algo que no es bueno, y algunos que hablaron metieron la pata”, resaltó este dirigente al aludir al tuit del diputado del PRO Fernando Iglesias, cercano a Bullrich y a Mauricio Macri, que replicó las críticas de Larreta con una dura publicación: “De la Rúa terminó mal, pero peor le fue a Favaloro”. No tardó mucho en borrarla y en pedir disculpas “a quienes se sintieron ofendidos” por haber vinculado tangencialmente la muerte del cardiólogo con el jefe de Gobierno.
Fernando de la Rúa anunció el blindaje con el FMI a fines del año 2000
En realidad, Bullrich tomó la decisión de no responder a Larreta, quien señaló que “el blindaje en nuestro país ya lo hizo De la Rúa y no vamos a repetir eso, seamos realistas”. “¿Cómo terminó De la Rúa después del blindaje? ¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a salir a pedir otro préstamo más al Fondo? ¿Esas son las soluciones?”, se preguntó al apuntarle a su adversaria interna.
Tampoco ayudó a disipar la polémica que Ricardo López Murphy, que trabaja con Bullrich, la haya defendido justificando el blindaje y reivindicando al gobierno de De la Rúa: “El país soportó estoicamente ese período de 1998 al 2001 con una presión externa enorme y ese esfuerzo que se hizo fue quizá incomprendido por parte de la población”. Agregó que “las medidas que se tomaron eran lo necesario para evitar lo que ocurrió luego, que fue una catástrofe” y consideró que “De la Rúa trató de preservar de la manera más honorable el funcionamiento de los poderes de la República”.
Hasta no hace tantos meses, en algunos círculos políticos se criticaba a Bullrich porque no tenía equipos para pilotear una gestión de gobierno y, además, porque algunas de sus opiniones tan tajantes la ponían al filo de la cornisa. Con el correr de las semanas, la precandidata reforzó su equipo de campaña con colaboradores de experiencia probada y evitó hablar de más, sin abandonar su tono de dureza habitual. Esos cambios la hicieron ganar confianza y reducir los errores.
Patricia Bullrich y Ricardo López Murphy
Aun así, Bullrich se metió en problemas cuando en mayo pasado habló de aplicar un “sistema bimonetario” para recuperar el valor de la moneda. Algunos medios interpretaron que había planteado la dolarización, en sintonía con Javier Milei, y estalló la polémica. La precandidata tuvo que hacer aclaraciones sobre sus dichos, pero en su equipo se prendió una luz amarilla.
Algo similar sucedió a fines de junio luego de que Bullrich destacó que “las universidades argentinas están vacías de alumnos argentinos porque casi la mitad de la matrícula la ocupan extranjeros”. Su frase, dicha de manera virtual en el Foro Atlántico organizado en Madrid por la Fundación Internacional para la Libertad (FIL), que encabeza Mario Vargas Llosa, fue desmentida poco después por el Ministerio de Educación, que, sobre la base de cifras oficiales, destacó que en realidad los estudiantes extranjeros representan el 4% en las universidades públicas y el 5,5% en las privadas. Bullrich publicó un tuit para retractarse: “Nobleza obliga: en mi exposición de esta mañana en el XVI Foro Atlántico, se produjo una confusión que quiero aclarar. En la Argentina, el 50% de los chicos no termina la secundaria y solo el 12% ingresa a la universidad. Nuestras universidades tienen, además, un muy bajo índice de egresos universitarios. Tenemos que trabajar para mejorar el nivel de egresos”.
Bullrich se justificó ese mismo día ante sus colaboradores de mayor confianza: sostuvo que se había levantado muy temprano para hablar en el Foro Atlántico y que sus pocas horas de sueño la llevaron a equivocarse con los datos que difundió. Fue una segunda luz amarilla para su equipo de campaña: desde entonces, ya no participa tan temprano de ningún encuentro para no cometer errores.
Horacio Rodríguez Larreta y Jorge Macri
En el entorno bullrichista están convencidos de que Bullrich no puede hablar con tantos medios y dar tantos discursos por día porque la expone a un margen más amplio de equivocaciones.
Algo similar concluyeron en el equipo de comunicación del larretismo, donde causó impacto la dificultad que tuvo el jefe de Gobierno para responder a los periodistas Santiago Fioriti y Nicolás Wiñazki, de la señal TN, una pregunta -en teoría- muy sencilla: “¿A quién vas a votar en la Ciudad?”. Notoriamente incómodo, Larreta dijo: “Siempre lo he dicho, yo tengo predilección por los candidatos del PRO”. Pero los periodistas insistieron, ya que no confirmaba si iba a votar a Jorge Macri, el candidato único del PRO, y su respuesta, con tono de molestia, fue: “¿Me vas a preguntar cincuenta veces lo mismo como hiciste la otra vez?”. “¿No puede decir que va a votar a Jorge Macri?”, le repreguntaron, pero Larreta sólo dijo: “Falta un mes para la campaña, trabajo con Jorge Macri, ayer recorrimos el Botánico”. Recién a la mañana siguiente, en el programa de Jorge Lanata en Radio Mitre, mostró la contundencia que antes no había tenido: “Obvio que voy a votar a Jorge Macri”.
Ese tipo de errores no forzados, piensan los consultores políticos, pueden ser malas señales en plena campaña. Pese a la pelea que mantienen, Larreta y Bullrich están hermanados por frases o reacciones que pueden signar su suerte electoral. El problema es que se vota dentro de casi dos semanas, un tiempo suficiente para cometer nuevos errores si no se aprende de la experiencia de estos días.