Fernanda Sánchez supo desde chica que el dibujo era su pasión. Si bien buscó estabilidad en otras profesiones, finalmente encontró en el tatuaje su forma más nítida de expresión y logró destacarse en Misiones y otras regiones.

El propósito de superarse, se pone en manifiesto y es el proyecto que tiene día a día Fernanda Sánchez (32) tatuadora, amante del arte y apasionada de su trabajo. La joven que es oriunda de Eldorado, reside actualmente en Jardín América, localidad donde tiene un local de tatuajes y atiende al público.

Transmitir el arte a través de la piel

“Hacer arte, crear, tatuar o dibujar no es fácil y menos aún vivir del arte, porque es muy personal si decidís compartirlo, todos te van a juzgar. Es como estar desnudo frente al mundo”, empezó comentando la tatuadora y agregó: “Han pasado ya tres años del momento que empecé a tatuar, tiempo que pasó volando y en el que continúo horas y horas dibujando, estudiando, pintando, diseñando e investigando para poder mejorar. Porque para poder ir a la piel y decir yo puedo hacer tal o cual cosa, primero hay que saber dibujar y ponerle muchas horas al papel y al lápiz”.

Si bien a Fernanda no le fue fácil comenzar este camino del arte y más aún con una vida dura en su infancia, entiende que su única meta es superarse día a día.

Desde su niñez tomó el dibujo como parte de ella misma. “Mi mamá es madre soltera, primero vivíamos con mis abuelos, una familia muy humilde. Mi abuela trabajaba de portera en una escuela porque mi mamá estudiaba magisterio, como yo iba con mi abuela y me quedaba esperándola, me pasaba horas dibujando mientras ella limpiaba”, contó

El contacto estrecho con su abuela, la marcó. “Yo no sería la persona que soy hoy sin ella, porque me enseñó qué es la resiliencia, a levantarse cuando te caes y a trabajar. Ella se jubiló a los 80 años, por eso digo que fue ella quién me enseñó a trabajar y a adaptarme a cualquier situación”, destacó la joven sobre su figura inspiradora.

Cuando comenzó la etapa de estudios debió relegar un poco su pasión. “En la universidad, empecé cursando presencial luego virtual, lo hacía porque quería complacer a los demás, ya que me decían que después podría seguir dibujando o pintando”, expresó la artista. “Estudiaba algo que me costaba horrores, me drenaba mentalmente y aun así tenía buenas notas”, contó. A pesar de tener excelentes calificaciones, Fernanda optó dejar de cursar y se mudó a Puerto Iguazú, donde consiguió empleo. “Trabajé un tiempo en una oficina, con horario comercial, donde aprendí un montón y conocí mucha gente buena, me ayudó a crecer mucho, pero obviamente no era lo mío”, dijo.

Hasta 2015 estuvo en la ciudad de las Cataratas, y en un recital en su Eldorado natal conoció a Francis, su pareja. Juntos se mudaron a Jardín América y comenzaron una nueva vida. “Busqué trabajo por dos años, pero nunca se me abrieron las puertas, entonces con todo el miedo del mundo decidí hacerle caso a mis conocidos, quienes me decían que tenía que tatuar”, detalló. Con ayuda económica de su novio y su suegro, a fines de 2017, compró su primer equipo de tattoo. “Traía una máquina china, una fuente que parecía de juguete y otros insumos de baja calidad, pero estaba bueno para practicar, cosa que hice por lo menos durante tres meses sobre diferentes soportes”, dijo.
Luego de las pruebas, comenzó la acción. “El primero de todos le hice a mi novio y en ese momento sentí que esto era lo que quiero hacer el resto de mi vida, fue muy intenso’’, sentenció. Sánchez siempre quiso tener su estudio de dibujo, un espacio físico para hacer el arte que la representa. Tras largas búsquedas de trabajo, sin resultados, abrió su local en la céntrica avenida Libertad de Jardín América.

“Luego de ocho meses tatuando a personas en mi casa, veía que me alcanzaba el dinero para pagar un alquiler y una vez instalada, se hizo más complejo todo, es dar a conocer el arte propio y generar la confianza necesaria para que alguien decida pagarte y llevarse un trabajo tuyo en su propia piel”.

En esa línea, la joven, que además de tatuar también imprime su arte en cuadros y remeras, entendió el compromiso que lleva plasmar un dibujo en la piel de otro.

“Cuando un cliente entra a mi estudio, yo tengo el compromiso de darle lo mejor que está en mis capacidades, con eso me refiero a diseñarles algo original, que no esté en internet pero sí, teniendo en cuenta lo que el cliente quiere que se incluya, ya sean nombres, detalles u otras cosas. Por suerte tengo una buena respuesta de los que ya han pasado por el estudio o recomiendan mi trabajo y eso es una gran satisfacción porque siempre trato de mejorar”, reflexionó la artista.

“Creo que hay que dar lo mejor en cada trabajo por más pequeño que sea, pero siempre tratar de superarse”, culminó quien pone arte en cada paso de su vida.