Hacia fines de abril, el tambaleante gobierno de Margaret Thatcher envió una flota hacia el Atlántico Sur para repeler la presencia argentina en las Malvinas, desde el 2 de ese mes.
El 1 de mayo los británicos atacaron por primera vez desde el aire, cuatro veces en Puerto Argentino, y con helicópteros en Puerto Darwin. Las tropas argentinas impidieron el desembarco.
El hundimiento del buque General Belgrano, el 2 de mayo, fuera de la zona de exclusión declarada por el Reino Unido, fue el comienzo del desastre argentino. 323 caídos se registraron entre muertos y desaparecidos.
Los argentinos no contaban con fuerzas organizadas. Los soldados, mal alimentados y peor armados, con ropa inadecuada y sólo 18 años en su mayoría. Se acumularon tropas en el archipiélago sin ninguna estrategia.
Los británicos eran superiores en armamentos, entrenamiento y recursos militares de todo tipo.
El 4 de mayo de 1982, nuevamente se sufrieron ataques aéreos ingleses en los puertos Argentino y Darwin. El destructor inglés Sheffield fue hundido por la Aviación Naval Argentina, equipada con misiles Exocet.
El 8 de junio, un intento de desembarco en Fitz Roy y Bahía Agradable fue impedido por la Fuerza Aérea argentina. La fragata Plymouth y los transportes de tropas Sir Galahad y Sir Tristan fueron hundidos.
El 12 de junio, un día después de que el Papa arribara a Argentina bregando por la paz, luego de haber estado en Londres, hubo en las islas intensos combates que permitieron a los ingleses, al mando de Jeremy Moore, avanzar sobre Puerto Argentino.
A las 9 del 14 de junio de 1982, los ingleses solicitaron la rendición argentina. El presidente Galtieri se negaba a aceptar la derrota, pero el general Mario Benjamín Menéndez sí acordó la rendición.