Especialistas explican que la ausencia de pastos cerca de toda la cuenca y la deforestación en la zona de Brasil incidieron en la falta de retención del agua
La región atraviesa una de las sequías más prolongadas de la historia reciente, con un déficit hídrico desde junio de 2019. Los efectos están a la vista, con disminución de las cosechas y la más visible es la bajante del río Paraná, que llegó a niveles que no se registraban desde 1944.
Los cambios en el suelo en inmediaciones a las cuencas y en el bosque, sobre todo en el nacimiento del Paraná en Brasil, son algunos de los factores que impiden la retención de las lluvias. Es así que si se registran precipitaciones, automáticamente se escurren o evaporan, en medio de un contexto de déficit hídrico producto de La Niña.
Si bien en los últimos días se registraron lluvias, aún se está lejos de revertir el panorama que podría extenderse al menos hasta mediados del año que viene.
“Los cambios en el uso del suelo en toda la región han sido graduales en los últimos años, ya que hay zonas del Paraná que no tienen los pastos y bosques que tenían hace 50 años, y eso hace que en situaciones de extremos climáticos las crecidas sean más intensas y las bajantes alcanzan niveles muy marcados como el que estamos viviendo ahora, ya que no hay una misma respuesta ante las lluvias”, señaló Juan Borus, ingeniero del Instituto Nacional del Agua (INA), en diálogo.
La deforestación en la zona del Amazonas, sumado al avance del cambio climático, son los principales factores que en medio del contexto de sequía impiden que haya un almacenamiento del agua producto de las lluvias.
Borus recordó que décadas atrás, “con lluvias en Brasil había una mejor respuesta, con una buena parte del agua quedaba en el suelo y otra iba al cauce, hoy prácticamente no hay una respuesta acorde”.
Indicó que por las modificaciones, “se está lejos de una retención del agua, hay poco excedente y no hay una recuperación. Para que mejore, debería llover con más frecuencia, pero sin que haya un extremo de una gran cantidad de agua en poco tiempo. Esa normalización hará que primero impacte en los suelos, luego en los arroyos, y después hacia los afluentes como el Paraná”.
Con ello, el ingeniero del INA avizoró una lenta salida a la bajante del río que pasa por Brasil, Paraguay y la Argentina.
Los pronósticos a corto plazo no brindan un panorama alentador, ya que desde el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) se prevé una formación de un nuevo período de La Niña, de ausencia de grandes lluvias, que se extenderá al menos hasta el otoño venidero. Desde allí se avanzaría en un período neutral climático en la región.
Preservar los suelos
Como se mencionó, las modificaciones en el suelo cerca de las cuencas son parte del escenario que se vive actualmente en torno a la bajante.
Al respecto, Andrés Ayala, docente de Geotecnia, Hidrología y Obras Hidráulicas de la Unam, explicó en diálogo con Acá te lo contamos por Radioactiva 100.7 que “cuando hay período de pocas lluvias, no hay reservorios porque se escurre y eso hace que el suelo tenga poca potencia y dificulta más la retención del agua que se da, por ejemplo, en los ríos, en los lagos, arroyos”.
Esta cuestión se notó aún más en los últimos dos años, producto del déficit hídrico.
Luego, recordó: “Estamos en un contexto de calentamiento global, aumentos de temperatura que inciden en el ciclo del agua y en los respectivos reservorios, como lo son los ríos y los bosques mismos, con la evaporación que es parte del ciclo del agua”.
Por ello, insistió en una mayor toma de conciencia respecto del cambio climático y pensar acciones para combatirlo.
“El alivio estará en las nacientes de los ríos, como es el caso del Paraná. De cuidar las vertientes, que haya una mayor preservación de los bosques en toda la cuenca para retener el agua y estar alertas en medio de este contexto”, apuntó.