La hija de José Ignacio Rucci, senadora bonaerense y ex diputada de la Nación vislumbra que en las elecciones de noviembre, el Frente de Todos seguirá perdiendo votos del peronismo.
En las elecciones generales de 2019, ante el contundente resultado obtenido por el oficialismo en los distritos del conurbano bonaerense, un lugar común volvió a cobrar fuerza: el “peronismo unido” es invencible. Se asumía entonces que el Frente de Todos era “la unidad de todos los peronistas”.
Cuestioné con energía esa idea basada -entre otras cosas- en mi experiencia como candidata en la provincia en 2009, cuando nos impusimos frente a la lista encabezada por Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa, que contaba con el acompañamiento de todos los intendentes del conurbano mediante candidaturas testimoniales. “Kirchner va con Scioli y 45 intendentes”, titulaba entonces un matutino describiendo el presuntamente invencible armado confeccionado por el ex presidente. Los derrotamos, con el voto mayoritario de un pueblo que había observado con sorpresa -y rechazo- el conflicto con el campo, la corrupción, la creciente inflación y el comienzo de una radicalización que asomaba. Cristina era ya presidenta de la Nación.
No había sido esa la única experiencia de divorcio entre la dirigencia peronista y los votantes peronistas. La derrota de 1983, los más de cinco millones de votos de Bordón frente a Menem en 1995, la derrota de Duhalde en 1999 y el triunfo de Macri en 2015 habían ya mostrado que era falsa aquella idea -sustentada por muchos- que “las elecciones se ganan con las imágenes de Perón y Evita”. Quedaba claro que los votantes en general -y los peronistas en particular- expresan en cada elección su conformidad o disgusto frente a la realidad que enfrentan y el apoyo o el rechazo a quienes gobiernan.
En estos últimos años, habiéndose Cristina apoderado de la “marca peronismo” -con la complicidad de una dirigencia sumisa y obediente- este divorcio se fue haciendo cada vez mas notorio: reemplazaron al movimiento del Perón que abrazaba a Balbín, que impulsaba la unidad nacional, que promovía la producción y el trabajo, que respetaba la ley y las instituciones y abogaba por la movilidad social ascendente de los sectores más postergados, por una expresión de un progresismo anacrónico que fomenta la división entre los argentinos, desincentiva la producción y el trabajo, perpetúa a los pobres en la pobreza y nos aísla del mundo haciendo público el apoyo a Maduro, Ortega o el grupo Hamás.
En las localidades del conurbano bonaerense habitan muchos, muchísimos argentinos que por tradición familiar, historia personal, memoria histórica o identificación con las ideas de Perón “se sienten peronistas”. Cuando en esos distritos hay importantes desplazamientos de votos hacia propuestas distintas a las del aparato oficial no se requiere demasiada sagacidad para descubrir que muchos peronistas se alejaron de la convocatoria del “peronismo unido”. Esa es la “unidad” que le conviene a algunos dirigentes. Los peronistas no se sienten obligados a acompañarlos.
Este domingo, la suma de los resultados de la primera y tercera sección electoral (donde se encuentran los distintos cordones del conurbano) mostró una pérdida de más de 1.200.000 votos del Frente de Todos en poco más de un año y medio, aún teniendo en cuenta la merma en cantidad de votantes. Sin considerar el menor presentismo, fueron más de 1.800.000. Algunos ya no los habían acompañado en 2019, muchísimos no lo hicieron este domingo, muchos más no lo harán en noviembre.
Alguna vez opiné que el reloj del kirchner-cristinismo atrasaba cincuenta años. Se han estancado en ideas antiguas. Expresan un pasado que el resto del mundo ha ido dejando atrás. Y las consecuencias de sus equívocos las pagamos todos, especialmente los jóvenes y los que menos tienen.
Los argentinos tenemos sed de un futuro de crecimiento, de desarrollo, de progreso, de equidad. Que nuestros jóvenes recuperen el derecho a ser educados y puedan aspirar a incorporarse al mundo del trabajo, que nuestros ancianos accedan a un presente digno tras toda una vida de esfuerzo, que quienes deseen invertir y generar trabajo tengan las condiciones adecuadas para hacerlo, que recuperemos la dignidad del trabajo para los millones de compatriotas que se ven privados de ese derecho, que el esfuerzo vuelva a tener sentido, que quienes delinquen sean castigados por ello, que se respete la ley, que no se ataque por pensar distinto. Esta es la vida que queremos la inmensa mayoría de los argentinos. Y muchos peronistas también…
Como este domingo, en noviembre nuestros compañeros van a seguir votando por el futuro.