Desde un primer momento Nélida Fernández dudó del presunto intento de suicidio de su hijo. Contó que días antes el adolescente le dijo que fue torturado. Se hará autopsia

“Gabriel amaneció bien, le compré un yogurt y desayunó. Al mediodía tuve que ausentarme un rato y cuando volví me dijeron que falleció de un paro. No entiendo nada, estoy en shock. Gabriel estaba bien; pero salgo y se muere. Quiero que hagan una autopsia. Necesito respuestas”, remarcó Nélida Ferreyra ayer, tras el deceso de su hijo Gabriel Alexander Pintos (17).

El adolescente permaneció 44 días internado en el Hospital Samic de Oberá, luego de un presunto intento de suicidio en la comisaría de Campo Grande.

Por su parte, desde un primer momento la progenitora puso en duda la versión oficial y contó que días antes del hecho su hijo le manifestó que padeció torturas por parte de efectivos de la citada dependencia.

Pintos estuvo al borde de la muerte y permaneció casi tres semanas en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) bajo coma inducido. El esfuerzo de los profesionales que lo atendieron rindió sus frutos, el joven evolucionó favorablemente y pasó a sala común.

Incluso, hace diez días estuvo a punto de recibir el alta, aunque tuvo que permanecer internado algunos días más una afección pulmonar.

En un breve diálogo, Ferreyra precisó que “ya le habían dado el alta, pero tuvo bronquitis y nos tuvimos que quedar unos días más. El fin de semana pasó bien, no le ponían oxígeno y empezó a comer mejor. Estaba un poco débil porque bajó mucho de peso por tantos días en terapia, pero según los médicos en pocos días podíamos volver a casa”.

Luego del deceso, la madre de Pintos se dirigió a la Seccional Tercera para radicar una denuncia donde expresó sus dudas y solicitó una autopsia. 

Grave acusación

Con la voz quebrada por la angustia, Ferreyra afirmó que en los últimos días su hijo comenzó a hablar y corroboró que habría sido víctima de torturas en la comisaría de Campo Grande, donde ingresó el 22 de junio para cumplir 20 días de arresto como contraventor reincidente.

“Gabriel tenía problemas de adicción y la Policía le quería hacer cargo de todos los robos de la zona, pero le metieron preso por la denuncia de un vecino por la música fuerte. La Policía le tenía bronca, le tenía marcado y él estos días me contó que le torturaron. Cuando le daban el alta quería denunciar, pero se murió. Estaba bien, pero salí y se murió”, dijo entre lágrimas.

El pasado 25 de junio, desde la comisaría de Campo Grande informaron que en horas de la madrugada un efectivo de guardia halló a Pintos colgado de una colcha. Solicitó ayuda para descolgarlo y lo trasladaron al hospital local, pero por la complejidad del cuadro fue derivado a Samic de Oberá.

Casi en paralelo, la progenitora radicó una denuncia ante la Fiscalía de Instrucción Dos detallando que días antes su hijo le contó que fue torturado por policías de Campo Grande.

Luego, en sede judicial un testigo respaldó la versión de los presuntos apremios ilegales.

Declaró que el menor le contó que varios policías lo golpearon y amenazaron con asesinarlo si no confesaba la autoría de un ilícito que investigaban.

En un tramo de su declaración, el testigo señaló que el chico le contó que los uniformados le dijeron: “Mirá pendejo, si queremos te matamos, te llevamos a un arroyo y te llenamos de piedras para que nunca nadie te encuentre”.

Suspicacias

El aporte del testigo coincide con la denuncia radicada por la mamá de Pintos: “Me dijo que los policías le pegaron mucho en la cabeza. Cuando le pasaron al juzgado hablé con él y en voz baja me dijo: “Mami, no me dejaron marcas en el cuerpo, pero tengo la cabeza llena de globos y me duele mucho. No te puedo contar más nada, pero cuando salga quiero hacer una denuncia”. No podía hablar más porque había cuatro policías ahí”.

Las dudas de Ferreyra en torno al supuesto intento de suicidio se fundamentan en las agresiones previas y en lo que luego le contó su hija, una joven de 19 años, quien el 1 de julio denunció que la torturaron en un tacho con agua, lo que cobró relevancia al recordar que su hijo tenía ropa mojada.

También salió al cruce de la información policial que indica que el menor estaba alojado solo en una celda.

Al respecto, la progenitora mencionó que “cuando le llevé abrigos me hicieron pasar y vi que estaba en la misma celda con otros presos mayores. Es mentira que estaba solo”.

Por otra parte, tras el presunto intento de suicidio de Pintos, la comisaría de Campo Grande informó que recepcionó la declaración de un detenido que aseguró que el menor le habría manifestado que dejó una carta contando los motivos que lo llevaron a tratar de quitarse la vida.

Según se notificó al juzgado, la misiva en cuestión se hallaba en el bolsillo de un pantalón que el adolescente habría dejado en la casa de su novia. Con ese dato se ordenó el allanamiento de la vivienda, procedimiento que resultó negativo.

“No sé qué que quiso inventar la Policía con eso que mi hijo dejó una carta, si él no sabe leer ni escribir”, remarcó Ferreyra semanas atrás.

Segunda denuncia

Hace poco más de un mes, la hermana del menor -una joven de 19 años- se presentó ante la Fiscalía de Instrucción Uno de Oberá y denunció que fue víctima de reiteradas torturas en la comisaría de Campo Grande, donde permaneció detenida diez días.

Aseguró en dos ocasiones los uniformados de guardia la sacaron de la celda y la trasladaron hasta una oficina de la misma dependencia donde la esposaron y forzaron a introducir su cabeza en un tacho con 20 litros de agua, al tiempo que le propinaron golpes y patadas.

La denuncia fue radicada el 1 de julio, ocasión en la que la damnificada dio detalles aberrantes del supuesto accionar policial e identificó a cuatro funcionarios como autores de los apremios ilegales.

En tanto, dejó asentado que también participaron otros uniformados, aunque no los pudo identificar por sus nombres pero aseguró que los reconocería. Según la joven, las sesiones de tortura tuvieron la intención de forzarla a contar dónde se hallaba su hermano.  

“Dos veces me sacaron de la celda y me llevaron a una pieza que ellos llaman cuarto oscuro. Me ponían la cabeza en el tacho con agua y arriba ponían una tablita que uno de ellos pisaba para que yo no pueda sacar la cabeza. Era horrible, desesperante. Pensé que me mataban. Me preguntaban por Gabi, me insultaban, me daban piñas y patadas”, precisó.

Según presume la joven, tras ser detenido a su hermano los policías también los sometieron a torturas con agua, desestimando la versión del intento de suicidio.

“En Campo Grande los policías tienen la maldita costumbre de hacer eso. Yo no denuncié antes porque me tenían amenazada, pero viendo lo que le hicieron a mi hermano decidí contar todo. Igual tengo miedo por mí y mi familia, por eso esta semana me mudé a Oberá. Hasta en la fiscalía me dijeron que me cuide de los policías”, agregó luego de radicar la denuncia.


Parte médico

El director del Samic, Héctor González, comentó que Gabriel Pintos padecía “secuelas neurológicas por asfixia y ya estaba en sala; pero tenía alguna secuela pulmonar y lo llevaron para hacer una vía central e hizo un paro. Lo reanimaron pero estaba muy secuelado y falleció”.

Por otra parte, tras el deceso y la denuncia de la madre, el Juzgado de Instrucción Dos dispuso que el cuerpo sea trasladado a la Morgue Judicial de Posadas para la autopsia de rigor.

Por otra parte, tras la repercusión mediática de las denuncias de Nélida Ferreyra y de su hija, a principios de julio funcionarios de la Comisión Provincial de Prevención de la Tortura (CPPT) se contactaron con ellas y se pusieron a disposición para contenerlas y asistirlas, como también se comprometieron a seguir los expedientes penales por presuntas torturas en la comisaría de Campo Grande.

En tanto, confirmado el deceso de la víspera, desde el organismo volvieron a comunicarse con la progenitora para avanzar en diferentes medidas tendientes a esclarecer el caso.