Elsa Vogt, hija de pioneros, atesora un sinfín de anécdotas. Su padre integró la Comisión de Fomento en 1945 para gestar lo que es hoy Ruiz de Montoya.

Ruiz de Montoya se caracteriza por ser una localidad limpia, ordenada y con gran compromiso por el trabajo y la ayuda entre los vecinos. Y si bien su historia se empieza a contar desde el 11 de agosto de 1945 por la creación de la Comisión de Fomento, comenzó mucho antes, cuando ya había personas habitando en la zona del Cuñá Pirú, quienes empezaron a construir de a poco lo que hoy se conoce como municipio montoyense.

Elsa Vogt (96), hija de pioneros, atesora un sinfín de anécdotas y describe todo como si hubiera sucedido ayer. Se la ve lúcida, impecable. Con gran ímpetu, cocina para ella misma, tiene su propia huerta y cuida de las plantas con una dedicación indescriptible.

“Mis padres, Paulina Freiberger y Juan Vogt, llegaron a Misiones provenientes de Brasil en 1919, situándose primero en Puerto Rico. En esa época la publicidad que se hacía acerca de la zona del Cuñá Pirú era grande, por lo que ellos se interesaron y cuando papá llegó por primera vez, vio gran cantidad de peces en el arroyo, compró unas tierras y empezó a construir allí su propia casa”, contó en charla.

Elsa nació en 1925 junto con su hermana melliza, Irma, quién ya descansa en paz. Ambas vivenciaron lindas y no tan lindas experiencias, pero siempre siguieron adelante.

“En esos tiempos el aroma que se sentía a la tardecita era tan lindo, tan sano, porque había gran cantidad de plantas y árboles”, dijo Elsa.

A su vez contó que la primera casa donde vivía junto con sus padres y hermanos se inundó: “Hubo un año en que llegó una crecida, entró agua en toda la casa y papá tuvo que volver a construir, pero un poco más retirado de la zona del arroyo”.

Así fueron pasando los años, Elsa transitaba ya su adolescencia y juventud, su papá estuvo presente en la Comisión de Fomento en 1945 para gestar el actual Ruiz de Montoya. “Él era el tesorero, sólo que no sabía escribir, por lo que yo lo hacía”.

La joven Elsa se enamoró de quién fue durante 60 años su esposo, Pablino Karajallo.

“Nos casamos en 1946, él lamentablemente era huérfano, a los 6 años falleció su papá y a los 15 su mamá, por lo que tanto él como sus hermanos vivieron un tiempo con una de sus tías hasta que fuimos a vivir juntos en el casco urbano de Ruiz de Montoya”, manifestó Elsa y añadió: “Todo el tiempo que estuvimos juntos fuimos muy felices, mi esposo falleció en 2006 y con él tuvimos dos hijos, Raúl José y Laura”.

Ella, con gran valentía y resignación, soportó primero la pérdida de su esposo, luego en 2017 la de su hermana y tan sólo dos años más tarde partió su hijo Raúl. A pesar de ello, siempre se muestra dispuesta para salir adelante.

Si bien Elsa reside en Garuhapé, regresa cada tanto a su lugar de origen y dice: “Cuando vuelvo, hay sentimientos encontrados, por un lado, es lindo ver cómo avanzó todo, la electricidad, los caminos, las comodidades, pero también causa tristeza ver cómo se perdió parte de la naturaleza, ya no hay tantos peces en el arroyo como había antes”.

También describió a Ruiz de Montoya como un pueblo muy trabajador y solidario y le gustaría que así continúen sus descendientes.

Ahora en su casa tiene la huerta, que la mantiene activa. Y hace una relación muy significativa: “La familia es lo principal para formar y educar a los hijos, lo mismo que la huerta; además de ser algo hermoso, hay que construirla y cuidarla, y es de gran utilidad para la alimentación sana”.

Incluso, Elsa inculcó en sus hijos y ahora lo hace con sus nueve nietos y quince bisnietos valores como el esfuerzo, el compromiso, el trabajo, el amor al terruño y la honestidad.

“Yo deseo seguir trabajando en mi huerta, mantenerme independiente como hasta ahora y seguir brindando cariño a los que me rodean”, dijo y agregó que quisiera ser tatarabuela, ya que hay bisnietos en edad de tenerhijos.

En Elsa se puede observar el gran amor por los suyos, el recuerdo imborrable del lugar en el cual nació y creció, como así también el entusiasmo de seguir demostrando cariño y compromiso en lo que cuida, la familia y la huerta.

Por último, dejó un mensaje para la sociedad: “Lo importante es nunca rendirse, ya que los malos momentos se superan, que los jóvenes amen y respeten a sus padres, no se dejen seducir por lo fácil y que no caigan en la droga”.